¡Oh Agnes! ¡Mon Agnes!
¿Y volveremos a degustar juntos
las delicadas mieses?
Pasadas las ansias,
los espíritus plenos
reencontraran por un instante el cauce,
para volver al desafío sin fin de la locura.
Inmersos en la luz, socavaran las ansias
con el deseo abierto y la atenta mirada,
batallando hasta sofocar
el grito inútil que viene de las sombras.
¡Oh, Agnes! ¡Oh Agnes!
Tu canto diáfano resuena
dentro de las almas colmadas de rutina.
Y vibran al unísono las voces sorprendidas.
Pero es inútil:
¡Jamás romperán las duras cadenas!
¿Y quién sabe? Tal vez los horizontes
esparcirán sus alas con su afán eterno,
conjugando el instante del disfrute sublime.
Para contemprarlo en silencio.
En absoluto silencio.
¡Y persistirá aún más el clamor del alma
para que nunca se acabe la voluptuosa inquietud!
¡OH! ¡Agnes! ¡Mon Agnes!
Los dioses se han pronunciado.
En la lejanía el canto reclama
con su coro de musas la presencia.
¡Y ya no hay lugar para dudas,
ni para ausencias!